martes, 29 de noviembre de 2011

Entrevista a Paco Ignacio Taibo II

         
En Paco Ignacio Taibo II convergen la pasión de la novela negra, la historia y una postura política bien definida (Foto: EFE / Juan González )








Carlos Rojas Urrutia
El Universal
Ciudad de México Miércoles 28 de enero de 2009
14:06
Paco Ignacio Taibo II es uno de los escritores mexicanos imprescindibles por su manera de conducir la tradición literaria europea y norteamericana de la novela negra y al mismo tiempo romper con ella para crear una visión original de la justicia y el crimen en México. Ofrecemos un fragmento de una conversación con el autor, donde explica cómo convergen en él la pasión de la novela negra, la historia y una postura política bien definida.

- Tu obra es una de las más prolíficas en el universo de la literatura mexicana…
-He contestado 200 veces a la pregunta: ¿por qué escribes tanto?, y digo: escribo porque encontré la clave para descansar de la escritura escribiendo. Pasar de la literatura a la historia es una forma de descansar directamente, me divertía mucho y además lo gozaba. Había logrado quemar los períodos de seca que todo escritor tiene y que yo mismo viví a ratos en la literatura, por la falta de ganas...la historia te permite ese descanso y viceversa.

-Sin embargo, en toda tu obra la historia se le cuela a la aventura y a lo policíaco y viceversa...
-De repente se me juntaron las esquizofrenias...Me era evidente que en los espacios de la novela de aventuras, donde experimentaba, se perfilaba la novela policiaca histórica:... Primero De paso y Sombra de la sombra; luego de a tiro La lejanía del tesoro. En Cuatro manos hay un montón de rejuegos históricos combinados con las historias contemporáneas… es el encuentro de dos perspectivas dentro una misma línea: la novela de aventuras, conducida en su interior por la acción. Eso, para mi, es un virtud. Una visión y un tratamiento complejo de los problemas formales.

-¿Por qué decides nombrar novela policiaca un trabajo literario que aspira a una amplitud mayor que el conjunto de reglas que norman "lo policíaco"?
-Me gusta la etiqueta, porque tiene un equivalente moral que a mi me encantó desde que era adolescente; cuando supe que Elderidge Cliver salió de la cárcel y llegó a la primera conferencia de prensa que dio en su vida con una sandía debajo del brazo. La puso en la mesa, la partió, se puso a comerla y les escupía las semillas a los periodistas de enfrente y dijo: "sí señores, yo soy el negrito sandía, y qué pedo". Ante la calumnia inculta que se práctica en este país, y que se practicó sobre todo, ya están derrotados la bola de comemierdas contra las literaturas de acción. Sí, era muy divertido decir somos la literatura policiaca y cuál es la bronca. Soy un provocador nato y ni modo, no lo puedo evitar.

-La literatura policial contemporánea se escribe mayoritariamente en idiomas distintos al español, está es ya, una distancia; sus reglas de composición responden y se corresponden al orden político y moral de otra cultura, ¿qué problemas ofrece el tránsito por lo policíaco?
-Creo que es un género que aporta más virtudes que defectos. Es curioso porque podrías pensar lo contrario, pero te aporta un centro dramático, nada menos: el problema del crimen en el centro de la novela: una visión de la sociedad crispada en torno al hecho criminal y no en la naturalidad y la apariencia. Te brinda la oportunidad de politizar la descripción de la ciudad como eje narrativo y el hecho criminal como crimen de Estado. Esto significa poder presentar toda una visión política sin necesidad de meterla con calzador. Además contiene todas las virtudes de la novela de aventuras: la acción, la tensión, la intriga. De entrada, el género te aporta todo eso. El único defecto es su obligada estructura carcelaria: crimen-investigación-resolución. Y bueno, dentro del género hay que buscar experimentaciones para romper está cárcel, para que no te limite.

-En tu literatura hay un profundo sentido de la justicia, tan agudo, que podríamos confundir tu vocación artística con una vocación militante. Hay también un diálogo con una tradición que no es sólo literaria, es cinematográfica, política…
-Son dos cosas: primero, es el punto de partida de la venganza de Cuauhtémoc, esta ejemplificado en una frase popular, que dice: "nos la metieron pero se las cagamos". Está es la frase más violenta que yo he oído en mi vida, como reflexión de la friega que nos pusieron, pero de todas maneras medio nos desquitamos. Me parece simbólica, deberían de ponerla en alguna bandera. A pesar de las palizas resistimos. Yo la traduzco de una manera literaria, menos brutal: ante la injusticia general vamos a ganar una de vez en cuando. Está en Adios, Madrid: nos pueden dominar los espacios de la realidad, pero no los espacios de los sueños. En mis novelas puedo matar a Díaz Ordaz y ahí está la venganza de una generación entera de estudiantes que no pudimos vengarnos de su voluntad criminal, de su intento serio y sistemático por aniquilar a los estudiantes que éramos entonces. Esta idea de la justicia va más allá de la legalidad, y la novela policiaca la expresa muy bien: reparación de injusticias, deshacimiento de entuertos. Está en toda la literatura, no es nada nuevo.

-El sentido de la justicia, indispensable, según Hemingway, en todo escritor, en PIT II se acompaña de una crítica violenta y frontal, desde dentro y de fuera de la literatura...hay quien relaciona está actitud con la de un militante de izquierda...
-Está bien, si me consideraran una gente de derecha, me suicidaba, me tomaba un café envenenado para que se me quitara lo puto y lo pendejo. Soy un hombre de izquierda y milito. La literatura es la literatura, no un espacio de militancia política. Si lo es, es de militancia literaria. Escribo como loco, obsesivamente; y cuento las historias que quiero contar. Es evidente que estoy en lo que escribo, ese soy yo y no me interesa para nada disasociarlo. Pero me preocupa que el que soy como militante, no sea el que escribe las novelas...

-¿Hay que estar enojado para escribir novelas?
-Un novelista sin percepción de esta ciudad y de su desmadre, no puede hacer novelas contemporáneas. Y un novelista que no tenga una clara percepción de que hay un pinche lugar en Miami y en Austin para toda la pinche mafia que domina hoy este país, y que deberían irse de una vez, no haría novelas divertidas. Pero en lo que escribo también hay una reconexión con otras cosas, que como historiador he estado viviendo en los últimos veinte años y que se originó en el 68; un movimiento que presentaba una especie de flanco débil, que era la ausencia de conexión del movimiento estudiantil con los espacios y tradiciones nacionales. Tenía más importancia Jane Fonda y Ho Chi Ming que Vicente Guerrero, porque a Ho Chi Ming y a Jane Fonda los conocíamos y a Guerrero no. Este reencuentro que produce el vacío del 68 con la historia de México, con los pasados cercanos y lejanos, está como obsesión en mi literatura. Está la idea de que no siempre el periodismo mexicano fue corrupto, lo corrompieron. Por otro lado, está la concepción del diálogo en John Dos Pasos, que yo creo que mame cuando era niño y que nunca me la he podido quitar de encima. Es la idea de que los diálogos no son funcionales y no sirven para hacer avanzar la novela sino para contar a los personajes. También eso esta ahí y Dos Pasos es tan importante como la defensa de las banderas de Guillermo Prieto, Riva Palacio, Altamirano, Ramírez. Odio los diálogos funcionales cargados de información: No hay nada que me moleste más que alguien entre en una novela y diga: "pasaste a las tres a ver a no sé quien, porque tenías que hacer esto y lo otro", además nadie habla así en la vida, nadie habla para que la vida avance anecdóticamente, chingá.

-¿Tu literatura es s la novela que se escribe todos los días con la vida real en la ciudad de México?
-Esta ciudad vive al borde del accidente último: llámalo temblor, llámalo desbordamiento de los canales de aguas negras, inundación de mierda del DF, gran apagón, llámalo como quieras, pero está podrida su infraestructura de defensa técnica, está podrida por la corrupción y por la ineficiencia del aparato estatal. Los mexicanos la han vivido y viven situaciones límites una y otra vez. Cómo carajos es que aquí, en la ciudad más grande del mundo, no se han escrito las novelas del postholocausto, del DF inundado de mierda…
-Ahora me explico por qué entran y salen tantos personajes de tus novelas, con la misión única de interrumpir a los protagonistas del relato...
-Sí. Desde que escribí mi primera novela, me juré que siempre entraría un vendedor de lotería a vender un vigésimo en el momento más inoportuno, cuando nada tenía que hacer ahí, cuando estorbaba al avance de la novela, que esta vida rara incursionaría en la literatura de tal manera que le estorbara. Siempre hay alguien estorbándole a la novela porque la vida es así, está llena de cuates que te hablan por teléfono cuando no debieran. La llamada telefónica inoportuna es la esencia de la vida. Es la prueba de nuestra incapacidad de avanzar en línea recta.
-Esto es una forma de contaminar de insignificancias la literatura...
-Claro, la intención es contaminar la literatura funcional de aspectos disfuncionales. Es fundamental contaminarlo con los absurdos nacionales, para impedir que un género tan normado como la novela policiaca, donde el que mató en la página uno tiene que aparecer en la treinta y siete, se te vuelva un género puramente funcional y empobrecido, hasta convertirse en una narrativa cerrada a la Historia, yo diría esclava de la anécdota, que ese es el mayor riesgo que uno tiene.

-En los últimos 30 años las búsquedas literarias mexicanas se han debatido entre el hallazgo del lenguaje y la anécdota…
- En México no se practica la anécdota. Obviamente soy el mejor anecdotizador de este país porque a todos les vale madres. Hay narradores en este país, a quienes de repente les preguntas, qué estás contando, y no te lo pueden decir, es patético. Así como hay preocupaciones formales por el uso de la metáfora, ya debería de haber una preocupación formal por el uso de la anécdota, del manejo anecdótico.

-¿Cómo descubriste que la imaginación novelesca que te habita era capaz de hacer reir?
-Está en la literatura que hago, porque está en mi vida. No me puedo librar de él, pero no lo busco de manera racional, se expresa en lo que escribo. Se trata de una combinación de humores, y una abundancia de albures que me gustan mucho, me gus-ta, la- le-pe-rez - na-cio-nal... el humor negro más que gustarme está ahí... cuando escribo sale, es como una exorcización de demonios. Si llevo las cosas a sus límites brutales y me rió de ellas, estoy de alguna manera impidiendo que sucedan, es como una invocación a los brujos: yo sé que me vas a chingar, pero déjalo para mañana, que pinche prisa tienes. ¿No dices eso todos los días en la mañana?, te levantas y dices: virgencita de Guadalupe, yo sé que me quieres dar en la madre, pero qué pinche prisa… eso es muy mexicano.

-¿Al término de una novela sigues siendo el mismo?
-Toda novela implica un proceso de aprendizaje que no creo que sea tan radicalmente diferente del que vive el lector. Tengo un doble aprendizaje, uno emocional y otro formal. Cada novela implica este aprendizaje, pero quizá el esencial sea emocional: el acto de escribir una novela, de leerla, de tener un cabrón que te esta contando historias en el oído, ese es un acto transformador, revolucionario, radical.

-Novelas como Ensayo de un crimen de Usigli y El complot mongol de Rafael Bernal, junto a tu Días de combate son ya una especie de clásico en la narrativa mexicana...
-No, chinguen su madre los clásicos, me gusta que me llamen y me digan, no me gustó Días de combate, aunque la escribí hace más de 20 años. No mames, pinche crítica que llega de rebote con 15 años de distancia....yo ya ni soy ese, pero está bien…

-Clásico en el sentido de que genera otras literaturas, genera otras obras, ¿tal vez sin tu trabajo otros autores no se hubieran atrevido en lo policiaco?
-Estoy plenamente consciente de que soy el propietario de una tiendita, que se llama el neopoliciaco mexicano y trato de ser el propietario más gentil y más amable. Es una tiendita donde se fía a todo el mundo, la puerta está abierta y tenemos tiempo compartido. Pero también es muy evidente que he escrito 16 novelas policiacas en México, soy el 72% de la producción nacional del neopoliciaco. ¿Entonces? bueno, no pasa nada, es mi tiendita, pero hay lugar para mucha gente que esta ahí y para mucha que va a llegar. Hay una especie de genio ojete que te dice "ahí tienes el éxito guey, órale es fácil, ya sale sola, y te va a dar lana, además a todo el mundo le gusta, no hay bronca", entonces hay que agarrar a chingadazos al pinche genio, porque te mata como escritor, y esta ahí sin duda.

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